La noche del jueves 12 de junio, Israel puso en marcha una ofensiva militar sorpresa contra múltiples objetivos estratégicos en Irán, incluyendo instalaciones nucleares, centros de misiles, altos mandos de la Guardia Revolucionaria y científicos clave. El ataque, descrito como “extenso y quirúrgico”, fue preparado durante ocho meses en secreto por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y el Mossad, tras el intercambio hostil con Teherán ocurrido en octubre de 2024.
La operación, bautizada por medios israelíes como León Ascendente, incluyó asesinatos selectivos, sabotajes terrestres y ataques aéreos. Según el portal Axios, al menos dos científicos nucleares iraníes han muerto, así como tres altos mandos militares. La ofensiva se lanzó antes de que Irán inaugure una nueva planta subterránea de enriquecimiento de uranio considerada resistente incluso a bombas perforantes, lo que Israel calificó como una amenaza “existencial”.
El primer ministro Benjamín Netanyahu anunció que el objetivo es eliminar el programa nuclear y balístico de Irán y advirtió que las operaciones continuarán por días o incluso semanas. En coordinación con el Mossad, comandos desplegaron drones explosivos, misiles guiados y tecnologías para neutralizar defensas antiaéreas. La agencia Fox News reportó que parte del éxito se debió a una trampa tendida a los jefes de la fuerza aérea iraní, convocados a una reunión donde fueron localizados y eliminados.
Estados Unidos aseguró no haber participado militarmente en el ataque. El secretario de Estado, Marco Rubio, insistió en que fue una acción “unilateral” de Israel. Sin embargo, funcionarios israelíes revelaron a Axios que contaron con la “luz verde” de Washington y apoyo en inteligencia. El presidente Donald Trump elogió el resultado: “Les dimos una oportunidad. No la tomaron. Y lo que sigue será peor”. Aunque negó implicación directa, fuentes de ABC News indicaron que EE.UU. proporcionó información “exquisita” y respaldará a Israel si es atacado.
Irán respondió con una carta al Consejo de Seguridad de la ONU calificando el ataque como una “declaración de guerra”. Amenazó con represalias contra intereses israelíes y estadounidenses. La Guardia Revolucionaria anunció una respuesta “devastadora y proporcional”. En paralelo, el Organismo Internacional de Energía Atómica confirmó que Irán ha incumplido obligaciones de no proliferación, lo cual fue usado por Netanyahu como justificación.
El contexto político en Israel también influye: Netanyahu enfrenta un juicio por corrupción, acusaciones ante la Corte Penal Internacional y presión interna por la guerra en Gaza. Con esta ofensiva, busca recuperar su imagen de “Mr. Security”. A nivel internacional, analistas advierten que el ataque deshace cualquier intento de reanudar negociaciones nucleares con Irán y pone al Golfo Pérsico en riesgo de una escalada con consecuencias globales.