La elección presidencial del 2 de junio de 2024 en México resultó ser una contienda sorprendente con una abrupta caída de Xóchitl Gálvez, la candidata de la alianza opositora conformada por el PAN, PRI y PRD. Diversos factores contribuyeron a su derrota. En primer lugar, Gálvez enfrentó una serie de errores estratégicos. Su campaña careció de un mensaje unificado y coherente, lo que resultó en una comunicación inconsistente con el electorado. Además, su discurso no logró resonar con las preocupaciones más acuciantes de los votantes, como la inseguridad y la corrupción. También, la fragmentación dentro de la alianza opositora fue evidente. Los presidentes de los tres partidos, Marko Cortés (PAN), Alejandro Moreno (PRI) y Jesús Zambrano (PRD), no lograron cohesionar a sus bases y frecuentemente mostraron desacuerdos públicos que debilitaban la imagen de unidad y fuerza de la coalición. Otro factor determinante fue la capacidad organizativa y operativa del partido gobernante, MORENA. La campaña de Claudia Sheinbaum, la candidata de MORENA, demostró una estructura bien engrasada, con una movilización efectiva de recursos y un enfoque claro en los logros del gobierno de López Obrador. En el ámbito social, el reconocimiento de Gálvez sobre la victoria de Sheinbaum ha sido percibido con una mezcla de respeto y desilusión. Mientras algunos sectores valoraron su madurez política al aceptar los resultados, otros criticaron la falta de combatividad y liderazgo durante la campaña. Las redes sociales reflejan una división entre los que creen que Gálvez hizo lo correcto y quienes sienten que su rendimiento fue insuficiente. Siendo fríos, la derrota de Xóchitl Gálvez se debió a una combinación de errores tácticos, falta de unidad en la coalición opositora y la efectiva estrategia de su oponente. Este resultado pone en evidencia las debilidades internas de la alianza PAN-PRI-PRD y plantea serias interrogantes sobre el futuro de la oposición en México. La oposición le quedó a deber mucho a sus seguidores y difícilmente volverán a presentarse en un momento así.
El triunfo de Claudia Sheinbaum ha generado incertidumbre, dudas y desazón a los opositores de Andrés Manuel López Obrador. Ha sido vista con escepticismo y preocupación, pues se cuestiona la continuidad de las políticas de la administración actual y hay preocupación por el futuro del país bajo su liderazgo. Se percibe que Sheinbaum representará una continuidad directa de las políticas de AMLO, algo que muchos opositores consideran problemático. Argumentan que, aunque Sheinbaum posee una formación técnica y una carrera destacada en la academia y la política, su lealtad a AMLO y su compromiso con la «Cuarta Transformación» podrían limitar su capacidad para implementar cambios necesarios y tomar decisiones independientes. La victoria de Sheinbaum podría consolidar el poder del partido Morena, lo que es un riesgo para la democracia mexicana debido a la posible falta de contrapesos efectivos. Además, se cuestiona su habilidad para manejar problemas persistentes como la violencia y la economía, que han sido críticos durante la administración de quien le otorgó el bastón de mando. Asimismo, hay preocupaciones sobre cómo Sheinbaum manejará la relación con Estados Unidos y otros socios internacionales, dado que su predecesor ha tenido una política exterior centrada en la soberanía y a continuamente confrontativa. Y aunque Sheinbaum podría intentar proyectar una imagen más moderada y conciliadora, sus vínculos estrechos con AMLO y su ideología podrían limitar su margen de maniobra en política exterior. En términos de gobernabilidad, la pregunta es si Sheinbaum podrá mantener la cohesión dentro de Morena y manejar las tensiones internas que han surgido, especialmente con figuras como Marcelo Ebrard, quien ha mostrado descontento con el proceso de selección de la candidatura. La reacción en el ámbito social ha sido mixta. Mientras que los seguidores de Morena y de Sheinbaum celebran su triunfo como un paso histórico hacia la consolidación de la «Cuarta Transformación», los críticos y la oposición manifiestan sus dudas sobre el futuro del país y la capacidad de la nueva presidenta para enfrentar los desafíos económicos, de seguridad y sociales que persisten en México. Alguien hizo bien su tarea y eso se nota en ell examen final.
El nepotismo en la administración pública, especialmente en el caso de Guadalupe Taddei Zavala, presidenta del INE, es parte toral del resultado en las elecciones. Reportes indican que una docena de sus familiares ocupan cargos en el gobierno de la «Cuarta Transformación», lo que suscita dudas sobre la ética y la transparencia en su gestión. Desde su nombramiento, Taddei ha enfrentado críticas sobre su capacidad para mantener la independencia del INE frente a las presiones del gobierno federal. Las elecciones intensifican estas críticas, especialmente respecto a los resultados que favorecieron ampliamente a Claudia Sheinbaum, la candidata de Morena. La afirmación de que Sheinbaum ganó con el doble de votos que Xóchitl Gálvez ha sido controversial. Experiencias individuales contrastan con los resultados oficiales, generando sospechas de posibles irregularidades. Sin embargo, es fundamental basarse en pruebas concretas y no solo en percepciones para formular acusaciones de fraude electoral. La transparencia y la revisión exhaustiva de los resultados son esenciales para mantener la confianza en las instituciones democráticas. La victoria de Sheinbaum y la percepción de que gobernará sin contrapesos plantean retos significativos para la democracia en México. Un gobierno sin una oposición fuerte puede conducir a una concentración excesiva del poder, perjudicial para la rendición de cuentas y la pluralidad política. La historia muestra que la ausencia de contrapesos efectivos puede erosionar las instituciones democráticas y facilitar abusos de poder. La vigilancia ciudadana y la prensa libre son cruciales para garantizar que el gobierno actúe en beneficio de todos los ciudadanos. México necesita fortalecer sus instituciones democráticas y asegurar que estén libres de influencias indebidas, para consolidar una democracia sólida y justa. Un allegado a la cuarta transformación se burla en redes, diciendo: “Ja, ja, ja. Se la creyeron. Ya se dieron cuenta que Polanco no es México”. Debía serlo.