El autoritarismo de los legisladores de Morena y afines, Verde y PT, mostrado en la iniciativa para acabar con 13 de 14 fideicomisos del poder judicial, bajo el argumento de Andrés Manuel López Obrador, el presidente de México, de que se acabará con los excesos de una clase privilegiada, hizo estallar al país. Este domingo en más de 20 ciudades del país marcharon los empleados del poder judicial, acompañados de simpatizantes que no comulgan con las decisiones que surgen de Palacio Nacional, donde, por cierto, deben estar furiosos, luego de que el ministro en activo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Juan Luis González Alcántara Carrancá, se sumara a la protesta y marcha. Alcántara Carrancá fue el primer nominado por López Obrador, cuando el presidente desafió a los ministros de la Corte a unirse a las protestas: “Que marchen los ministros, que defienden sus privilegios, fuera máscaras; además, sirve que les da el sol”, les dijo, y al menos uno de 11 se lo concedió. El ministro demuestra que el ejecutivo no debe de inmiscuirse en los demás poderes del estado, ni tampoco, tratar de trasladar los fideicomisos a partidas cuya transparencia no está garantizada. Lo que parece a todas luces un revanchismo político entre los tres poderes de la Unión, los trabajadores salieron a las calles para enfatizar que la ley es la ley y si su encomienda es proteger la Constitución, lo harán.
En las calles la gente dice, pero si de todos los candidatos de los que hablan son de Morena, ¿por quién voy a votar? Y es que, efectivamente, el trabajo de difusión de Morena rebasa a los demás gracias a la labor a nivel de piso. PAN, PRI y PRD no han logrado conectar con la gente. Mientras en plazas y mercados se observan los rostros de Omar García Harfuch y Clara Brigada como los más fuertes contendientes a la postulación del partido guinda, los candidatos de la Alianza por México no aparecen. Pocos saben siquiera cómo va conformándose la terna. A Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano, les urge un cónclave que los haga despertar. Dejen sus intereses personales y dedíquense a levantar los escombros. Sólo los enterados saben que en el listado de candidatos a gobernar a la Ciudad de México, luego de que Xóchitl Gálvez cambió su brújula, está conformado por Sandra Cuevas, Mauricio Taboada, Lía Limón, Kenia López Rabadán y Adrián Ruvalcaba. Don Marko Cortés ya dio un espaldarazo a la alcaldesa de Álvaro Obregón, Lía Limón, pues dijo que “está demostrando con mucho entusiasmo y trabajo que se puede cambiar la realidad de la gente”. Sin precampañas y con nula presencia en las calles, a la oposición no se le ve por dónde, lo que despeja el camino del que logre la candidatura morenista, quien seguramente saldrá herido por el fuego interno, pues ahí también la cosa está que arde.
Dante Delgado Rannauro, un político que huele a añejo, y cuyas imágenes al lado de Fernando Gutiérrez Barrios se difunden para recordarle sus orígenes, no puede decir que “la gran batalla de México es contra el pasado. Desde el Senado, en MC estamos construyendo la alternativa de futuro para el país”. Y no lo puede decir, aunque ya lo hizo, porque él mismo es parte del pasado que tanto critica. Sin embargo, este hombre ha sabido sacarle jugo al color naranja y rumbo al 2024 puede ser el político que más se beneficie. Ya su movimiento le dio la vuelta al sol azteca, pues mientras el PRD solo tiene gubernaturas en alianza, Movimiento Ciudadano encumbró a Enrique Alfaro en Jalisco y a Samuel García en Nuevo León. Dante Delgado, el hombre a quien describen como un zángano vividor del presupuesto, les está ganando la partida. Lo acusan de dividir a la oposición y le piden unirse a una lucha frontal contra Morena, cosa que por supuesto no va a suceder. Quizás no beneficie a sus cuentas bancarias. Su papel de tercero en discordia beneficia a sus ex compañeros priistas de los setentas, entre los que se encuentra el mismo Andrés Manuel López Obrador. Con todo, Dante Delgado tiene dos cartas fuertes. Samuel García pidió permiso para contender por la candidatura de MC, y el 3 de noviembre Marcelo Ebrard podría destapar la sorpresa que ya no es sorpresa y pintarse de naranja.