La ignorancia es mala consejera y esta semana se lo hicieron saber al primer mandatario, Andrés Manuel López Obrador. Y fue el mismísimo expresidente Ernesto Zedillo, tan mencionado en “las mañaneras” como el artífice de la catástrofe económica del país. Zedillo criticó la forma en que algunos políticos utilizan la palabra «neoliberalismo». En un foro organizado por Actinver, con la intención de poner sobre la mesa temas económicos y políticos, y que atrae a personalidades destacadas para discutir diversos asuntos de actualidad, Zedillo expresó su preocupación por lo que él ve como una «regresión democrática» a nivel mundial y específicamente en México y América Latina. Reprobó la tendencia de los gobiernos populistas de prometer democracia mientras en la práctica buscan erosionarla, advirtiendo sobre los riesgos de socavar la democracia eliminando los pesos y contrapesos del poder público y a los organismos autónomos??. Sin decir nombres y apellidos hizo un mapa detallado de lo que sucede en México en tiempos de las cuarta transformación. Zedillo, quien se identifica como un liberal clásico y tradicional, señaló que el término «neoliberal» se usa a menudo como un insulto por aquellos políticos que no comprenden ciertos aspectos, enfatizando la necesidad de ser más reflexivos y no recurrir simplemente a grandes etiquetas como «economía de mercado», «capitalismo» o «neoliberalismo»????. La respuesta de López Obrador a las declaraciones de Zedillo, ha sido también un tema de discusión. El actual mandatario afirma que las diferencias son normales en una democracia y señala que Zedillo tiene derecho a expresar y defender sus ideas. No obstante, López Obrador discrepa con Zedillo, especialmente en cuanto al neoliberalismo, y lo considera un representante de la oligarquía. Además, López Obrador criticó algunas acciones de Zedillo durante su mandato, como la conversión de deudas privadas en deuda pública y el manejo del sistema de pensiones??. La discusión se transfiere al ámbito de la sabiduría, entre el doctor en Economía en Yale, y quien requirió de 14 años para acabar su carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM; entre el país que diseñó uno y otro. Esa es la verdadera diferencia de los modelos económicos. Los términos despectivos solo distraen y se vuelven la más pura de las demagogias.
La salida fácil suele complicarse y esto en política es imperdonable. La situación en San Miguel de Allende, Guanajuato, donde dos menores de edad fueron asesinados mientras preparaban un local para convertirlo en una barbería, es profundamente alarmante y trágica. El hecho de que el Alcalde Mauricio Trejo Pureco haya optado por criminalizar a las víctimas en lugar de abordar de manera responsable y empática este grave incidente, es no solo inaceptable sino también revelador de una grave falla en su capacidad de liderazgo y sensibilidad humana. El asesinato de estos niños es un acto atroz que debería haber provocado una respuesta inmediata y enfocada en la justicia y la seguridad pública. En lugar de ello, el alcalde optó por emitir juicios y suposiciones sobre las víctimas, insinuando que de alguna manera su supuesto consumo de drogas los hacía culpables de su propia muerte. Esta actitud es una abdicación inexcusable de responsabilidad y una falta de respeto hacia las víctimas y sus familias. El papel de un líder político en circunstancias como estas debería ser el de asegurar que se haga justicia, mejorar la seguridad en su comunidad y ofrecer apoyo a los afectados, no criminalizar a las víctimas ni especular sobre sus vidas. La respuesta del alcalde no solo es insensible, sino que también socava la confianza en su capacidad para proteger y servir a su comunidad. Vivimos tiempos en los que el discurso habla de humanismo mexicano y en las calles los niños mueren a balazos. El mismo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, comentó hace unas semanas sobre el asesinato de cinco jóvenes estudiantes en Celaya, Guanajuato, sugiriendo que el incidente estuvo también relacionado con el consumo de drogas. La gente está horrorizada por la situación y en desacuerdo con la actitud del alcalde. Los ciudadanos demandan seguridad, empatía y acciones concretas para enfrentar el crimen, no acusaciones infundadas y desviaciones de la responsabilidad. La reelección no debería ser una prioridad cuando se está fallando en proteger y servir a la comunidad de manera efectiva y compasiva. Y es que lejos de toda retórica, estos muertos, tan pequeños, no los tiene ni Obama.
Sandra Cuevas, alcaldesa de Cuauhtémoc, se ha convertido en una figura polémica en la política de la Ciudad de México, destacando por su estilo confrontativo y acciones controvertidas. Su reciente pugna con el Gobierno capitalino sobre la asignación de espacios para comerciantes en el Centro Histórico refleja tensiones entre niveles de gobierno y acusaciones de corrupción, lo que evidencia la complejidad de la gestión urbana y la regulación del comercio informal en una de las zonas más icónicas de la ciudad. Las acusaciones de agresiones a policías y supuestas prácticas de limpieza social subrayan un enfoque de mano dura que Cuevas parece emplear, el cual genera debate sobre el respeto a los derechos humanos y la efectividad de estas tácticas para mantener el orden público. Su estilo de gobernanza, que incluye acciones como lanzar balones con dinero en actos públicos, demuestra un uso populista de recursos y poder que puede ser percibido como un intento de ganar apoyo popular de manera directa y poco convencional. El incidente en la Central de Abasto, donde Cuevas acusó que fue agredida en su visita a Iztapalapa e incluso señaló que se trató de un intento de secuestro; y los enfrentamientos durante su gira de campaña, son indicativos de la polarización y la tensión política en la capital. Estos episodios, junto con su aspiración frustrada a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, la tienen siempre en medio del huracán. Lo más reciente es que apareció en redes sociales un hombre que supuestamente fue agredido por presuntos funcionarios de la alcaldía Cuauhtémoc, gobernada por Sandra Cuevas. Héctor Zariñana, asegura ser la persona a quienes empleados de Cuevas agredieron, y señala que tiene lesiones en la cabeza, además de requerir una tomografía, para descartar lesiones internas y daños en el cerebro. A estas alturas y con ese encono que se trae con Morena, llámase Martí Batres, Clara Brugada o Claudia Sheinbaum, este nuevo capítulo suena tan politizado como ningún otro. Lo que deben saber es que así no se gobierna una alcaldía, una entidad, o un país.