Uno de los políticos más deplorables por su forma de conducirse ha sido siempre Gerardo Fernández Noroña, quien solo ensucia a la cuarta transformación. Después de «perder» la amañada encuesta de Morena que dejó a 5 precandidatos fuera ante el arrastre espectacular de Claudia Sheinbaum, el señor se dedica a hacer lo contrario a los postulados de austeridad franciscana que dice Andrés Manuel López Obrador, su “compañero Presidente”. Tras volar a Roma en supuesta primera clase y ser tundido en redes, el señor dijo que «en Aeroméxico no hay primera clase». Y por poquito se le ocurre decir que solo fue a la colonia Roma, y no a Europa, como lo acostumbra la clase alta, a la que Fernández Noroña tanto desprecia. Sin embargo, el descaro no termina ahí. Su alegato, que roza el absurdo, no hace sino subrayar una discrepancia palpable entre el discurso y la práctica. La austeridad no es un adorno retórico, es un principio que debe permear todas las acciones de un servidor público. Volando a destinos europeos mientras se predica humildad, Fernández Noroña se enreda en las contradicciones de su imagen populista. Su retórica es tan vacía como las promesas de cambio que porta como estandarte. La incongruencia de sus actos frente a sus palabras desdibuja la integridad de cualquier lucha política genuina. La credibilidad se construye con hechos, no con excusas baratas frente a evidencias fotográficas. El pueblo mexicano merece representantes que vivan bajo los mismos estándares que exigen a los demás, no seudo políticos que navegan en las aguas de la hipocresía. Este tipo de comportamientos solo sirven para desilusionar a aquellos que esperaban una verdadera transformación. ¿Qué clase de reforma puede ofrecer alguien que ni siquiera respeta las normativas que él mismo promueve? Fernández Noroña debería recordar que la política es un servicio, no un beneficio personal. La Cuarta Transformación necesita líderes que prediquen con el ejemplo, no que se conviertan en ejemplos de lo que no debe ser un político.
Mientras una punta de mugrosos lo defienden con ropa de paca este charlatán se va a Europa en primera. pic.twitter.com/wi5p0SUiu3
— Alteza Serenísima (@YoSoySantaAnna) December 24, 2023
El tan cacareado Tren Maya, cuyo primer tramo inauguró el presidente Andrés Manuel López Obrador, solo trae dudas. Inacabado, se ha llenado no de pasajeros, sino de críticas, inclusive desde las mismas entidades a las que debe beneficiar. La expectativa creada alrededor de este megaproyecto contrasta con la realidad de su ejecución: un espejismo de desarrollo que, hasta ahora, parece ser más una maniobra política que un verdadero avance para la región. En Campeche, el líder parlamentario del PRI, Ricardo Medina Farfán, no ha dudado en señalar la entrega de este proyecto como una acción incompleta, marcada por la premura y la necesidad de mostrar resultados apresurados. La crítica aquí es la responsabilidad gubernamental de asegurar que la infraestructura no solo se complete, sino que funcione adecuadamente y cumpla con su propósito sin generar costos adicionales o imprevistos. El impacto ambiental en Quintana Roo y los tramos de selva del Estado son un recordatorio de que la infraestructura no puede ser impulsada a costa del medio ambiente, un precio demasiado alto e irreversible. Este enfoque de «entregar a medias» es una práctica que desvirtúa la promesa de la Cuarta Transformación de Morena de hacer las cosas de manera diferente, con integridad y eficiencia. Las acusaciones de falta de planeación y de una visión estratégica integral para atraer inversiones y promover el estado son graves y plantean interrogantes sobre la capacidad de este proyecto para atraer y retener turismo, uno de sus supuestos beneficios clave. El Tren Maya no debe considerarse un logro todavía. La magia no ocurre por sí sola; requiere de un trabajo riguroso, transparente y comprometido. El gobierno de Layda Sansores San Román y, por extensión, el gobierno federal, tienen la tarea pendiente de completar este proyecto del que sólo hoy solo existe e el cascarón.
El proceso de selección de la candidatura presidencial de Morena ha culminado con un panorama político reconfigurado: de las seis “corcholatas” originales, solo Claudia Sheinbaum prevaleció, posicionándose como la precandidata presidencial del movimiento. Sin embargo, este desenlace no ha sido el fin para sus competidores, sino una transición hacia otros roles dentro del esquema político de Morena. Cada uno, dada su capacidad y ahora valor político, al haber estado en el Top 6 presidencial, buscará sacar provecho de la situación. Como pocos mexicanos, ellos tienen asegurado un buen 2024. Marcelo Ebrard, tras impugnar los resultados de la encuesta interna y enfrentarse a un periodo de silencio, optó por continuar en el partido, asumiendo una postura de vigilancia contra las irregularidades. Ricardo Monreal, por su parte, aceptó la victoria de Sheinbaum y se alineó con su campaña como coordinador de Organización y Enlace Territorial, además de retomar su escaño en el Senado y manifestar sus intenciones de reelección. Manuel Velasco, del PVEM, hizo una pausa en su carrera política para apoyar a su esposa en su regreso musical con RBD, aunque se espera que se sume al equipo de Sheinbaum más adelante. Adán Augusto López, dejando atrás la Segob, ha asumido el rol de coordinador político en la campaña de Sheinbaum. Finalmente, Gerardo Fernández Noroña, del PT, se ha convertido en el vocero de Sheinbaum, comprometiéndose a coordinar las vocerías y apoyar en la precampaña. Estos movimientos reflejan una dinámica de reacomodo en el tablero político de Morena, donde las lealtades y las aspiraciones se entrelazan en la carrera hacia las elecciones presidenciales del 2024. El que sean los derrotados de la encuesta, a muchos, les ayuda, más que perjudicarles.