Un esfuerzo coordinado por la Conferencia del Episcopado mexicano ; la Conferencia de Superiores Mayores de México, la Dimensión Episcopal para los Laicos así como por la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús en el marco del Diálogo Nacional por la Paz desarrollado en la Universidad Iberoamericana de Puebla y que contiene el resultado de foros y conversatorios efectuados en los últimos 15 meses en escuelas, parroquias y universidades.
Al inaugurar el evento que reunirá a académicos, empresarios y expertos de aquí y hasta el próximo sábado en busca de una mejor convivencia social, el rector de la Universidad Iberoamericana, Mario Ernesto Patrón Sánchez destacó la importancia de hacer un compromiso serio en favor de la paz frente a la violencia que se vive en diversas zonas del país no solo por la criminalidad sino por el deterioro de la vida familiar.
«Una paz que solo será efectiva y duradera si se sostiene desde las bases de nuestra sociedad y se pone en el centro la dignidad y el dolor de las víctimas, para desde ahí, articular los esfuerzos de todas las instituciones implicadas en este propósito. Se trata de poner las bases de un compromiso serio con la construcción de paz, que nos permita hacer frente a los desafíos actuales que el contexto nos presenta” remarcó.
En su intervención, el rector también subrayó la relevancia de dar su lugar a las víctimas del delito; entre ellas, los dos sacerdotes jesuitas asesinados en el altar de un templo en la sierra tarahumara el año pasado y los cuales se convirtieron en detonantes del Diálogo Nacional por la Paz.
“Estamos llamados a reivindicar los nombres de los cientos de miles de víctimas de la violencia en nuestro país, para conjurar en su nombre la parálisis producida por la incertidumbre, el temor y la desesperanza, deseamos convertir los asesinatos de nuestros hermanos jesuitas, Javier Campos y Joaquín Mora, ocurridos el 20 de junio de 2022 en un punto de inflexión en el devenir de México que propicie la colaboración integral y en red de todos los actores de la vida pública para la construcción urgente de una Agenda Nacional de Paz a la altura de la complejidad de los problemas actuales”.
El jesuita admitió que el objetivo de recobrar la tranquilidad y la seguridad en el país también debe pasar por reconocer las fallas históricas que en este tema registran las instituciones civiles y religiosas.
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