Quien presentó el diagnóstico más contundente y técnicamente fundamentado sobre la situación actual del Tren Maya fue la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, encabezada por Alicia Bárcena, durante una conferencia matutina de la presidenta Claudia Sheinbaum. Se reconoció que varios tramos del proyecto fueron construidos sin contar con las Manifestaciones de Impacto Ambiental (MIA) debidamente autorizadas o con evaluaciones incompletas, lo cual no solo representa una violación a la legislación ambiental vigente, sino también una traición flagrante al discurso ecologista que el gobierno anterior enarboló como bandera política. Se admitió que, en tramos como el 5 Sur y el 6 —particularmente sensibles por su geología kárstica y su cercanía con acuíferos—, se autorizó la obra “por instrucción superior”, incluso cuando las áreas técnicas de la SEMARNAT advirtieron sobre daños irreversibles a la biodiversidad y a los sistemas hidrológicos subterráneos. Esta admisión pública no tiene precedentes: revela cómo el gobierno de López Obrador utilizó el aparato institucional para forzar decisiones al margen de la evidencia científica y los criterios de sustentabilidad, subordinando el marco normativo ambiental a una lógica política de inmediatez y propaganda. Que ahora la SEMARNAT —la misma dependencia que validó formalmente los permisos exprés— reconozca la verdad, pone sobre la mesa la urgencia de una auditoría ambiental independiente y el deslinde de responsabilidades penales. La presidenta Sheinbaum, al permitir esta exposición, parece enviar un mensaje de distanciamiento con su antecesor, pero corre el riesgo de quedarse en el simbolismo si no acompaña estas revelaciones con acciones concretas: cancelación de contratos, sanciones a funcionarios involucrados, restauración de zonas devastadas y, sobre todo, garantías de que nunca más una dependencia técnica será usada como herramienta de simulación. Lo que SEMARNAT ha confesado no es un error técnico: es una confesión de complicidad institucional en un ecocidio deliberado disfrazado de desarrollo.








