En Rusia crece la polémica luego de que un grupo de niños y adolescentes fuera inscrito en un campamento de verano con actividades de corte militar. Las jornadas incluyeron marchas, prácticas de supervivencia, lanzamientos de granadas de práctica y ejercicios con armamento, supervisados por veteranos del conflicto en Ucrania. Los participantes tenían entre 8 y 17 años, lo que ha encendido la alarma entre especialistas en educación y psicología infantil.
Los organizadores defienden el programa como una forma de fortalecer el patriotismo, la disciplina y el sentido de pertenencia nacional. Aseguran que los menores no son expuestos a situaciones de riesgo y que las dinámicas buscan forjar carácter y trabajo en equipo. Sin embargo, expertos internacionales advierten que estas actividades representan un proceso de militarización juvenil y una estrategia de adoctrinamiento ideológico, ya que normalizan la violencia desde edades tempranas y reducen el espacio para el pensamiento crítico.
La iniciativa se enmarca en una política más amplia del gobierno ruso, que impulsa la introducción de materias relacionadas con la defensa nacional en escuelas y programas juveniles. De hecho, organizaciones internacionales han denunciado que en algunos planteles ya se imparten cursos de uso de drones y tácticas de combate. El debate sigue abierto: para unos, se trata de educación patriótica; para otros, de una peligrosa forma de instrumentalizar a la niñez en el marco de la guerra.