En Brasil, el auge de las apuestas en línea ha tomado un giro alarmante en los últimos años. A medida que la industria del juego ha experimentado un rápido crecimiento tras la legalización parcial en 2018, las consecuencias sociales y económicas se han vuelto cada vez más evidentes.
A pesar de los esfuerzos del gobierno para controlar la situación, la adicción al juego y el endeudamiento masivo son problemas que afectan a millones de brasileños, especialmente a los más vulnerables.
La intervención de figuras clave como el presidente Luiz Inácio Lula da Silva y su ministro de Hacienda, Fernando Haddad, ha elevado la alarma sobre el impacto del juego en la economía doméstica, con tasas de interés astronómicas que agravan aún más el problema.
La legalización del juego en Brasil fue vista inicialmente como una oportunidad para regular y beneficiar la economía nacional, aumentando los ingresos fiscales y reduciendo el mercado negro de apuestas.
Sin embargo, la realidad ha sido más compleja. La proliferación de plataformas de apuestas en línea ha creado un terreno fértil para la adicción al juego, especialmente entre las clases más desfavorecidas.
En un país donde casi un tercio de la población vive por debajo de la línea de pobreza, la tentación de realizar apuestas en deportes populares como el fútbol o en juegos de casino virtuales resulta ser una opción seductora para aquellos que buscan una forma rápida de mejorar su situación financiera.
