Scot Pollard, quien durante más de una década brilló en las canchas de la NBA con su imponente estatura de 2,11 metros, se encuentra ahora en una lucha que podría costarle la vida.
Quien se alzó con un anillo de campeonato en 2008 con los Boston Celtics, a sus 48 años, Pollard necesita un trasplante de corazón.
Enfrenta un escenario complejo debido a su gran tamaño, que requiere un órgano particularmente grande y fuerte para mantener su cuerpo funcionando.
La salud de Pollard ha registrado un declive significativo, llevándolo a ser admitido en la unidad de cuidados intensivos del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt en Nashville, Tennessee.
Desde allí, Pollard espera el trasplante, conciente de la rareza de encontrar un donante compatible.
Urge trasplante
“Me quedaré aquí hasta que tenga un corazón”, fue su mensaje que envió a la agencia AP, destacando la debilidad de su corazón actual y la urgencia de encontrar un reemplazo.
La mitad de sus hermanos y su padre, quien falleció a los 54 años, compartían esta predisposición genética.
“No se ven muchos viejos [de dos metros] caminando por ahí. Así que lo he sabido toda mi vida, sólo porque tenía eso grabado en mi cerebro cuando tenía 16 años (edad en la que sufrió la muerte de su padre), que… sí, ser alto es genial, pero no voy a llegar a los 80”, reflexionó.
El caso de Pollard ilustra los desafíos adicionales que enfrentan aquellos pacientes que, debido a condiciones físicas particulares, requieren órganos de dimensiones no estándares.
Al no encontrar solución en medicamentos ni procedimientos como ablaciones o la implantación de un marcapasos, el trasplante aparece como la única opción viable: “Todos están de acuerdo en que más ablaciones no solucionarán esto, más medicamentos no solucionarán eso. Necesitamos un trasplante”.