Generación Z impulsa revuelta que obliga al presidente de Madagascar a abandonar el país

Generación Z impulsa revuelta que obliga al presidente de Madagascar a abandonar el país

Una ola de protestas encabezada por jóvenes malgaches, identificados como parte de la Generación Z, ha transformado la vida política de Madagascar y obligado al presidente Andry Rajoelina a huir del país, tras semanas de movilización social, descontento y fracturas dentro del propio ejército.

Las manifestaciones iniciaron en Antananarivo, la capital, a finales de septiembre, motivadas por los constantes cortes de luz y agua que afectan a miles de familias. Sin embargo, el malestar ciudadano pronto se convirtió en un clamor nacional contra la corrupción, el desempleo y el deterioro de los servicios públicos. La juventud, organizada desde redes sociales, ha sido la fuerza principal de un movimiento que adoptó como emblema una calavera con huesos cruzados inspirada en el manga One Piece, símbolo que refleja su rebeldía y deseo de cambio.

La crisis se profundizó cuando la unidad militar de élite CAPSAT anunció su respaldo a los manifestantes, provocando la deserción de otros cuerpos castrenses y dejando al gobierno en una posición insostenible. Rajoelina abandonó el país el lunes por la noche, según fuentes oficiales, alegando amenazas a su seguridad personal. Antes de partir, disolvió la Asamblea Nacional, en un intento de contener la crisis institucional que ya se considera la más grave en dos décadas.

De acuerdo con reportes locales, más de veinte personas han muerto durante los enfrentamientos y cientos resultaron heridas. Pese a ello, los jóvenes siguen en las calles, exigiendo una transición democrática y el fin de lo que llaman “la vieja política”. En redes sociales, los líderes del movimiento afirman que “no se trata de un golpe, sino del inicio de una nueva era para Madagascar”.

Mientras tanto, organismos internacionales y gobiernos africanos observan con cautela la situación. Lo que comenzó como un reclamo por servicios básicos se ha convertido en un levantamiento generacional, donde los jóvenes —armados solo con teléfonos y consignas— han logrado poner en jaque a un régimen que parecía inamovible.

Madagascar, una nación marcada por la desigualdad y las crisis políticas recurrentes, enfrenta ahora el desafío de reconstruir su liderazgo bajo la mirada de una juventud que no está dispuesta a regresar al silencio.

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