El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, atraviesa uno de los momentos más frágiles de su mandato tras la renuncia de un estrecho colaborador y la implicación de otros miembros de su entorno en presuntos casos de corrupción. Sin embargo, pese a las crecientes presiones para que dimita y convoque elecciones, el líder socialista ha descartado esa posibilidad y se muestra decidido a culminar su mandato hasta 2027.
El detonante fue la decisión de un juez del Tribunal Supremo que encontró indicios de participación de Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE, en una trama de corrupción vinculada a contratos públicos. Este caso se suma a las investigaciones abiertas contra el exministro José Luis Ábalos, así como a las que involucran a la esposa y al hermano del presidente y al fiscal general del Estado.
En respuesta, Sánchez compareció el jueves desde la sede socialista en Madrid, visiblemente afectado, para ofrecer disculpas públicas por el escándalo, pero reiterando su decisión de no adelantar elecciones. Su entorno inmediato sostiene que el jefe del Ejecutivo mantiene su legitimidad y debe continuar cumpliendo con el programa para el que fue electo.
No obstante, el malestar entre sus socios parlamentarios es palpable. Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y líder de Sumar, consideró insuficientes las palabras de Sánchez y pidió un giro en la dirección del gobierno. Junts per Catalunya, pieza clave en la última investidura, solicitó una reunión urgente con el PSOE para evaluar la viabilidad del actual periodo legislativo. Analistas políticos apuntan que una moción de confianza podría convertirse en la única vía para revalidar su respaldo, aunque el gobierno lo descarta por ahora.
La oposición del Partido Popular, encabezada por Alberto Núñez Feijóo, ha exigido la renuncia de Sánchez pero ha descartado promover una moción de censura, conscientes de que no tienen los apoyos suficientes y que un fracaso podría fortalecer al presidente. El escenario parlamentario actual complica cualquier intento de reemplazo, ya que los aliados de Sánchez rechazan un posible gobierno conjunto del PP y la extrema derecha de Vox.
Para analistas como Paloma Román, de la Universidad Complutense, la posición de Sánchez es incómoda pero no insostenible. A falta de una alternativa que una a las fuerzas opositoras, y ante el temor de un viraje hacia la derecha, los partidos que lo sostienen preferirían mantener el respaldo condicionado al presidente, al menos hasta que la presión interna o nuevas revelaciones modifiquen el equilibrio político actual.