En una reunión cargada de tensiones políticas y económicas, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibió en el Despacho Oval al primer ministro canadiense, Mark Carney, en un intento por abordar la creciente disputa comercial entre ambos países. Lejos de encontrar consensos, el encuentro estuvo marcado por declaraciones polémicas y posturas firmes de ambas partes.
Durante la conversación, Trump insistió en su propuesta de anexar Canadá como el “51.er estado” de la Unión Americana. Carney respondió con contundencia: “Canadá no está en venta”, a lo que el mandatario estadounidense replicó: “El tiempo lo dirá”. Esta afirmación, calificada de provocadora por analistas internacionales, reavivó el malestar en la opinión pública canadiense y fue ampliamente rechazada por la clase política de ese país.
El intercambio también giró en torno a los aranceles del 25% que Trump impuso a productos canadienses. Cuando se le preguntó si había algo que Carney pudiera decir para que reconsiderara esa medida, Trump fue tajante: “No. Así son las cosas”. Carney, por su parte, reconoció que la retórica no cambiaría el rumbo de las decisiones estadounidenses, y subrayó que se trata de “una discusión más amplia” con “fuerzas mucho más grandes involucradas”.
A pesar de las fricciones, ambos líderes mantuvieron la formalidad en sus gestos y aseguraron que continuarán el diálogo en próximas reuniones, incluida la cumbre del G7, programada para junio en Alberta. Mientras tanto, el panorama comercial entre Canadá y Estados Unidos permanece incierto, marcado por una combinación de hospitalidad diplomática y tensiones sin resolver.
